Homilía II Domingo Ordinario / B.
(1ra de Samuel 3, 3-10 / Salmo 39 / 1 Corintios 6, 13 -20 / Juan 1, 35-42)
La disposición de Samuel es de confianza en Dios y en su maestro. Samuel, todavía no conoce el misterio y no está seguro de quién lo llama. Aun así Samuel cree y da un paso hacia adelante para decirle a la voz “Habla, Señor, que tu siervo escucha.” Samuel estaba atento para hacer la voluntad de Dios, por eso creció y el Señor estaba con él. Y todo lo que el Señor le decía se cumplía.
El salmo también refleja la actitud de ponerse en manos de Dios: “Esperé en el Señor con gran confianza”. Dios escucha nuestras plegarias. Pide que hagamos su voluntad. Por eso el salmista exclama “Deseo tener tu ley en medio de mi corazón. De la misma manera como el filósofo Immanuel Kant decía “Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí.”
San Pablo, por su parte, va a realzar la noción de que el cuerpo es templo del Espíritu Santo y estamos llamados a glorificar a Dios con el cuerpo. Utilizando nuestros sentidos y nuestros gestos: mirar con ojos de cariño y compasión, dar la mano, trabajar para producir, orar como decía San Ignacio (bien sea de rodillas, paseando, sentado o acostado), pero que todo nuestro cuerpo entre en la oración. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios", tenemos que considerar al cuerpo como bueno y digno de honra, ya que ha sido creado por Dios y ha de resucitar en el último día.
En el evangelio, Juan el Bautista afirma sobre Jesús “Este es el Cordero de Dios”. De inmediato, los discípulos de Juan comienzan a seguir al Señor. Jesús les invita: “Vengan a ver”, y se quedan con él. Andrés busca a su hermano Simón. Jesús fija en él la mirada y le dice “Tú te llamarás Kefás.” Jesús cambia el nombre de Pedro porque le encomienda una misión. Pedro va a acompañar a Jesús en los momentos más importantes. Y Pedro es también el que dice "Señor, ¿a quién iremos? Si sólo Tú tienes palabras de vida eterna" Y cuando Jesús, pregunta "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?", Pedro le responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo". Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia.
Hoy, como ocurre en la escritura, Dios te sigue llamando. Te llama por tu nombre, como a Samuel. Aunque a veces puedes estar confundido y lo has buscado en otros sitios. Afortunadamente contamos con aquellos que nos ayudan a comprender el llamado y de la misma manera que hizo Elí con Samuel, nos orientan para escuchar la voz de Dios.
Dios te sigue llamando a través de otros. Que te señalan el camino. Que te ayudan a orientar tu vida hacia Dios, de la misma manera como Juan el Bautista lo hizo con sus discípulos. Igualmente Jesús te mira y te pregunta ¿Qué buscas? Y tienes que tener preparada tu respuesta. ¿Qué estás buscando en esta vida? ¿Qué es lo que más anhelas? ¿Qué desea profundamente tu corazón?
Como a Pedro, Jesús te está esperando, para fijar en ti su mirada, llamarte por tu nombre y decirte que tú también tienes una misión. Porque es cierto que Dios no pide ofrendas, Dios te pide a ti, enteramente, que estés tú, que seas tú quien responda. Pidamos que tus labios no se queden cerrados ante la llamada de Dios. Que así sea. Amén.
P. Daniel Figuera, SJ