Textos: Zac 9, 9-10; Rm 8, 9. 11-13; Mt 11, 25-30
La eucaristía es siempre un clamor de esperanza. Las lecturas de hoy dan fe de esta esperanza. La primera lectura tiene un arranque que da la tónica a esta la celebración: ¡Alégrate sin límites… da gritos de júbilo…! (Zac 9, 9-10) El evangelio nos muestra a Jesús orando al Padre, expresando su alegría.
El contexto de esta escena del evangelio es el del regreso de los 72 discípulos de la misión que Jesús les había encomendado de proclamar el Reino. Ellos llegan eufóricos y llenos de buenas noticias. Jesús es tocado por el entusiasmo de ellos, y se dirige al Padre con la exclamación: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!”. Jesús manifiesta su alegría porque el Reino del Padre se va haciendo realidad. La gente se va liberando de los miedos y de los demonios que los atenazan. El mundo se va volviendo más humano, más vivible, más fraterno.